El mes de Noviembre lo dedicamos a una de las grandes autoras españolas, Rosalía de Castro, que a su genialidad suma la dificultad de escribir en dos lenguas españolas: Galego y castellano.
El otoño es sin duda la estación del romanticismo, y al otoño dedica Rosalía este poema.
- I -
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| Ya pasó la estación de los calores, | | |
| y lleno el rostro de áspera fiereza, | | |
| sobre los restos de las mustias flores, | | |
| asoma el crudo invierno su cabeza. | | |
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| Por el azul del claro firmamento | | |
| tiende sus alas de color sombrío, | | |
| cual en torno de un casto pensamiento | | |
| sus alas tiende un pensamiento impío. | | |
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| Y gime el bosque y el torrente brama, | | |
| y la hoja seca, en lodo convertida, | | |
| dale llorosa al céfiro a quien ama | | |
| la postrera, doliente despedida. | | |
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- II -
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| Errantes, fugitivas, misteriosas, | | |
| tienden las nubes presuroso el vuelo, | | |
| no como un tiempo cándidas y hermosas, | | |
| sí llenas de amargura y desconsuelo. | | |
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| Más allá... más allá... siempre adelante | | |
| prosiguen sin descanso su carrera; | | |
| bañado en llanto el pálido semblante, | | |
| con que riegan el bosque y la pradera. | | |
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| Que enojada la mar donde se miran | | |
| y oscurecido el sol que las amó, | | |
| sólo saben decir cuando suspiran: | | |
| Todo para nosotras acabó. | | |
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- III -
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| Suelto el ropaje y la melena al viento, | | |
| cual se agrupan en torno de la luna... | | |
| locas en incesante movimiento, | | |
| remedan el vaivén de la fortuna. | | |
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| Pasan, vuelven y corren desatadas, | | |
| hijas del aire en forma caprichosa, | | |
| al viento de la noche abandonadas | | |
| en la profunda oscuridad medrosa. | | |
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| Tal en mi triste corazón inquietas, | | |
| mis locas esperanzas se agitaron, | | |
| y a un débil hilo de placer sujetas, | | |
| locas... locas también se quebrantaron. | | |
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- IV -
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| Ya toda luz se oscureció en el cielo, | | |
| cubriéronse de luto las estrellas, | | |
| y de luto también se cubrió el suelo, | | |
| entre risas, gemidos y querellas. | | |
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| Todo en profunda noche adormecido, | | |
| sólo el rumor del huracán se siente | | |
| y se parece su áspero silbido | | |
| al silbido feroz de una serpiente. | | |
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| ¡Cuán tenebrosa noche se prepara!... | | |
| Mas al abrigo de amoroso techo, | | |
| grato es pensar que la hórrida tormenta | | |
| no ha de agitar la colcha de mi lecho. | | |
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- V -
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| Mas... ¿qué estridente y mágico alarido | | |
| la ronca voz de la tormenta trae? | | |
| Triste... vago... constante y dolorido, | | |
| cual fuego ardiente, en mis entrañas cae. | | |
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| Cae, y ahuyenta de mi lecho el sueño... | | |
| ¡Ah! ¿Cómo he de dormir...? locura fuera, | | |
| fuera locura y temerario empeño | | |
| que con gemidos tales me durmiera. | | |
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| ¡Ah! ¿Cómo he de dormir? ese lamento, | | |
| ese grito de angustia que percibo, | | |
| esa expresión de amargo sufrimiento | | |
| no pertenece al mundo en que yo vivo. | | |
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- VI -
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| Donde el ciprés erguido se levanta, | | |
| allá en lejana habitación sombría, | | |
| que al más osado de la tierra espanta, | | |
| sola duerme la dulce madre mía. | | |
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| Más helado es su lecho que la nieve, | | |
| más negro y hondo que caverna oscura, | | |
| y el curo altivo que sus antros mueve, | | |
| sacia su furia en él, con saña dura. | | |
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| ¡Ah!, de dolientes sauces rodeada, | | |
| de húmeda yerba y ásperas ortigas; | | |
| ¡cuál serás, madre, en tu dormir turbada, | | |
| por vagarosas sombras enemigas! | | |
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- VII -
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| ¿Y yo tranquila, he de gozar en tanto | | |
| de blando sueño y lecho cariñoso, | | |
| mientras herida de mortal espanto | | |
| moras en el profundo tenebroso? | | |
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| ¿Llegará a tanto el insensible olvido?... | | |
| ¿La ingratitud del hombre a tanto alcanza, | | |
| que entre uno y otro lazo desunido | | |
| ceda siempre al vaivén de la mudanza? | | |
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| ¡Odioso y torpe proceder de un hijo, | | |
| a quien la dulce madre en su agonía, | | |
| con besos y caricias le bendijo | | |
| olvidando el dolor por que moría! | | |
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- VIII -
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| Nunca permita Dios que yo te olvide, | | |
| mi santa, mi amorosa compañera: | | |
| ¡Nunca permita Dios que yo te olvide | | |
| aunque por tanto recordarte muera! | | |
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| Venga hacia mí tu imagen tan amada | | |
| y hábleme al alma en su lenguaje mudo | | |
| ya en la serena noche y reposada, | | |
| ya en la que es parto del invierno crudo. | | |
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| Y que en tu aislado apartamiento fiero, | | |
| tan ajeno del hombre y su locura, | | |
| velen, mi llanto y mi dolor primero, | | |
| al lado de tu humilde sepultura. |
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Rosalía de Castro pasó sus últimos años en una localidad gallega famosa por un producto hortofrutícola.
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Una de las obras de Rosalía se considera como iniciadora de un movimiento de revitalización de la lengua y la cultura gallegas, similar y simultáneo a la Renaixença catalana.
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